Letras tu revista literaria

martes, 23 de julio de 2013

Los cinco sentidos



(Del libro de relatos Mi amor se fue a la China)
Pierre Colline*

Al principio creí que aquello era debido a algún factor climático. El mundo parecía ir perdiendo color; el sol ya no brillaba de igual modo, yo al menos lo veía como si me encontrara tras un cristal ahumado. La luz decaía con una terrible premura, tan inoportuna como ilógica.

El sonido, mejor dicho, ese ruido de fondo que toda ciudad, o toda naturaleza, poseen como idiosincrasia de ellas mismas, parecía que también iba perdiendo su intensidad acostumbrada de modo alarmante para mis oídos.

¿Estaba perdiendo, paulatinamente, los sentidos de la vista y el oído?

¿Podrías ser que sí, que los estaba perdiendo, o que estaba entrando en un nuevo estado de percibirlos, este estado estaba muy relacionado con mi estado de ánimo de esos momentos?

Más tarde irían apareciendo otros síntomas relacionados con otros sentidos, y esto era ya alarmante, mis papilas gustativas habían dejado de percibir sabor alguno, y ninguna comida o bebida sabía a algo, todo era insípido, qué horror comprobar esto, sobre todo cuando yo había sido todo un sibarita en esto del comer, porque me gustaba degustar cada bocado, diseccionar el sabor para descubrir el contenido del exquisito manjar que dejaba a merced, en mi boca, de mis papilas gustativas para que me hicieran gozar de placer. 

Pero la cosa no quedó en estas, quizás, insignificantes pérdidas, sino que fue a más, y una mañana me descubrí ya desheredado de mi olfato, nada olía, o nada parecía desprender olor alguno. Con lo que yo había disfrutado de las fragancias y los aromas de la mañana, el olor del rocío, ese olor en la puerta del colegio cuando iba a dejar a mis hijos, el olor del café en el bar La Malavida, el olor a pan tostado, a aceite, el olor de la piel de mi último y malogrado amor. Todo borrado de un solo golpe, mi nariz ni por aguileña, ni por chata, ni por nada percibía olores. Tanto que como prueba, me dispuse a visitar a mi amigo E. P. Z. que tenía como hobbie  criar cerdos, y como resultado descubrí que en mi nariz no entraba aquel olor que otras veces que había visitado a mi amigo había percibido. Mi entrañable amigo, tiene entre sus mejores virtudes la de ser un buen escritor, pero tiene entre sus defectos criar cerdos a los que se empeña en alimentar echándoles margaritas, con el nefasto resultado que ya todos conocen.

En poco tiempo yo había perdido, parte de la visión, podríamos decir que veía en blanco y negro, el mundo para mí se había convertido en una especie de páramo totalmente gris; había dejado, por demás, de escuchar, que no de oír; había dejado de oler, había dejado de sentir el sabor de las cosas, ya tan solo me quedaba el sentido del tacto, así que una mañana al despertar me dije que debía disfrutar del único sentido intacto que me quedaba. 

Aquella mañana que sin sonidos, o atenuados, que sin olfato, que sin gusto, que sin colores se abría ante mí, decidí poner en acción el único sentido que parecía quedar impoluto tras aquella hecatombe, y así mis dedos fueron raudos a acariciar la piel del amor que me había acompañado durante tantos años, con la sorpresa para éstos de que ya no percibían esa sensación que habían percibidon cuando suavemente acariciaban sus pechos, su rostro, sus manos, sus nalgas, sus tobillos, sus pies, sus ojos, sus labios, sus orejas, su cabello, sus hombros, su sexo…; todo su cuerpo desaparecido en el gris de la mañana, sin el canto de los pájaros, sin el aroma del rocío, sin el sabor de sus besos y condenados mis dedos al exilio de las caricias…

Despojado en parte de mis cinco sentidos que por tantos años me habían acompañado: vista, oído, olfato, tacto y gusto mi mundo se convirtió en un lugar inhóspito, donde la hostilidad avanzaba victoriosa ante los estupefactos ojos, orejas, nariz, boca y piel que me negaban como tú me negabas el amor desde aquella noche de sábado en la que tras haber estado caminando con tu querida amiga C.W. llegaste a casa y pronunciaste aquellas palabras que lejos de ser mágicas, fueron palabras malditas, porque nos condenaron a no completar el puzle en el que acabábamos de convertir nuestras vidas y la de nuestros hijos.

Tiempo más tarde supe que te aplaudieron, te felicitaron y te regalaron presentes para celebrar la muerte de mis sentidos, la misma que había sido orquestada tras las bambalinas de aquella obra de teatro en la que me otorgaste, primero, el papel de hombre ideal; segundo, el de hombre mayordomo, ideal para cualquier mujer moderna que se precie a sí misma y que tenga una activa vida social en la que su hombre está de más; para endosarme, en el acto tercero, el papel de hombre perverso, al que le escribiste un guión a medida para excusar tus acciones, tu actitud y tus maravillosos planes para convertirme en un maltratador, por revelarme, por dejar de ser el esclavo sumiso, por convertirme en un incordio, que una vez revelado contra la tiranía es eliminado porque molesta los planes del Poder…

Mi amor se fue a la China, y no sé cuándo volverá, y si vuelve ya no me encontrará en el bar de la esquina, entre otras cosas porque está cerrado y porque nunca fui un borracho, ni violento, ni usé una palabra más alta que otra, ni siquiera fui infiel, a pesar de que en tu guión me convertías en todo lo que nunca fui, en todo lo que nunca seré, y en todo lo que no soy. 

*Pierre Colline (Poncin, Francia, 1969)
"He estado en mucho saraos literarios, pero en ninguno, o en casi ninguno vi a escritor alguno con un libro en la mano."
Pierre Colline nació en 1969 en Poncin (Francia), de madre andaluza y padre francés, vivió en Poncin hasta los cuatro años de edad, para luego pasar a vivir a Burdeos hasta sus quince años, el mismo año que cumple los quince su familia se traslada a España, a Casares pueblo cercano a la costa del sol.
Termina sus estudios de filología hispánica en la universidad de Granada, y se dedica a la enseñanza. Años más tarde decide retirarse a una huerta que hereda de la familia de la madre, y allí vive aislado en plan anacoreta, hasta que conoce a France Poncin en una presentación de un libro del escritor Salvador Moreno Valencia. Se enamora de France, amor que le es correspondido por ésta, tras algunos meses de encuentros deciden irse a vivir juntos a la mencionada huerta.  Con la ayuda y el apoyo de France, Pierre abre un blog al que titula Diario de un superviviente, donde irá narrando las vivencias de Romeo ante un mundo hostil e incompresible.

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