Letras tu revista literaria

miércoles, 24 de julio de 2013

Carta de Dante a Beatrice


Versión de Pierre Colline*

A Beatrice mi musa, mi gran amor.
Dante.

 

 
Querida Beatrice:
Espero que mis palabras no te molesten, y que esta carta no la tomes como una súplica, ni un requerimiento por mi parte hacia tu amor.

Piensa que solo es una carta a través de la cual voy a hacer el intento de acercamiento hacia ti pero sin pasar los límites que sin palabras hemos establecido.

Te escribo para recuperar la comunicación que habíamos perdido, para mostrarte la confianza que sobre ti tengo, a pesar de que te haya demostrado en algún momento lo contrario.
Piensa que si me he mostrado hostil y desconfiado contigo no eras tú la culpable de ello, ni era por tus actos que lo hacía, no, muy lejos estás tú de haber sido la responsable de mis acciones, de mis palabras que te hirieron tanto.

No niego que he sido un necio, un ciego que no he sabido ver, que no he sabido darte lo que tú te mereces realmente como persona, como mujer, como compañera, como madre de nuestros hijos, como amante…
Sí, he sido un necio y he estado ciego y sordo durante un tiempo, por no verte, por no escucharte y por ello lo estropeé todo con mi desafortunada conducta.

Me arrepiento por ello, por no haberme dado cuenta, por no haber abrazado tus gustos, tu cultura, tu familia, tus proyectos, tus sueños…
Me arrepiento de haber sido un idiota, me arrepiento de no haber participado de tu humor, de tu tiempo, de tus bromas, de tus cosas, de tus fiestas, de sus sesiones de pastelería y panadería en la cocina…

Sí, me arrepiento de haber sido tan necio como para no ver el gran valor que como persona llevas dentro.

Sí, me arrepiento de haberte juzgado culpable de mi desventura cuando el único culpable de ella soy yo mismo. El único culpable de todo esto no ha sido otro que mi egoísmo…

No te pido nada que no quieras darme, ni te escribo para presionarte, te escribo para decirte todo lo que he dejado de decirte cuando lo debía haber hecho.
Sé que ahora ha pasado el tiempo y espero que mis palabras no las veas como un ataque, porque no es un ataque esta carta, sino una confesión de mis errores porque los he cometido y muy grandes y por ellos nuestra relación se ha ido al traste. Te escribo para acallar de una vez, por todas, mi conciencia, para liberarme de esta carga que llevo desde que nos separamos, porque el paso del tiempo dicen que cura las heridas, y yo espero que las que te he causado hayan sanado y cicatrizado ya.

Con el paso del tiempo me he ido dando cuenta de todo aquello que por necedad y ceguera no me había dado cuenta cuando estábamos juntos. Y me he dado cuenta de la gran necedad que he cometido al no darme cuenta de que tú reclamabas mi atención, mi cariño, mis caricias mientras yo estaba sumido en mi papel de hombre de negocios mirándome el ombligo.
Sé, que tú no te has ido sino que ha sido mi comportamiento el que te ha hecho irte.

Sé que has sufrido mucho, y llorado ríos durante semanas, sé que mis palabras hicieron que le amor que sentías por mí muriera.
Sé que no ha sido fácil para ti la decisión de separarte, y sé también que por mi sinrazón te he perdido.

Pero también he descubierto con el paso del tiempo mi error, mi gran error, por el que estoy pagando con esta separación con tu ausencia; por el que ahora siento el dolor que has debido sufrir tú cuando yo me mostraba a ti como un energúmeno, un loco, un hombre frío y distante, un hombre preocupado de sí mismo que no veía que lo que hacía con esa actitud era matar el amor, ese amor tan grande y maravilloso que nos había mantenido unidos durante estos veinte maravillosos años, y tuve que matarlo por mi sinrazón, por mis miedos, por mi egoísmo, por no haber sabido a tiempo hablar contigo para exponerte mis miedos.
Sé, porque mi corazón me lo dice, porque lo siento cada día con más fuerza, que te amo, y no me perdono haberte hecho tanto daño. Sé que hay cosas que una vez rotas nunca jamás vuelven a arreglarse; pero sé, tengo confianza, fe y esperanza porque creo todavía en él, que cuando el AMOR es verdadero, solo ÉL, solo ese AMOR verdadero es capaz de perdonar, es capaz de comprender, es capaz de tolerar, es capaz de luchar…

No te pido nada que no quieras darme, ni te pido que vuelvas a amarme, no sé lo que sientes o piensas en estos momentos en que lees esta carta, pero me gustaría saberlo.
No, no te pido nada que tú no quieras darme, solo quiero que sepas, te lo digo con el corazón en la mano, que te amé desde el principio, que te amé durante el tiempo que estuvimos juntos, que te amé a pesar de mi necedad y mi ceguera, que te amo y que te amaré siempre.

No, no te pido nada que tu no quieras darme, pero quiero que sepas que si algún día, el amor que por mi sentiste y que me demostraste cada día, resurgiera de las cenizas del fuego que nos quemó a los dos, si ese amor despertara en tu corazón, no dudes en venir, no dudes en acercarte, en hablarme, en decírmelo, porque quiero que sepas que yo te abriré las puertas de mi corazón que nunca cerré para ti, a pesar de que te haya mostrado en un momento determinado lo contrario.
Mis puertas estarán abiertas a ti, y cerradas a otros amores, porque ahora sé con toda certeza que el único y más grande AMOR que he tenido has sido tú y que nunca amaré a nadie como a ti.

Sé que es así porque crece con el tiempo en lugar de desaparecer, porque todavía cuando escucho tu voz o te veo revolotean en mi estómago las mil mariposas que revolotearon cuando te vi por primera vez, que revoloteaban siempre que estaba junto a ti.

Querida Beatrice, consagraré mi vida a alimentar la esperanza, no ya de que algún día vuelvas a amarme (lo comprenderé si no lo haces), sino a que algún día puedas y quieras perdonarme.
¡Ay Amor cuánto mal he causado!

Sin más, me despido de ti, Beatrice agradeciéndote de corazón todos estos años que conmigo has compartido, agradeciéndote de corazón haberme hecho feliz, haberme hecho padre, algo tan grande y que tanto deseaba cuando te conocí. Tú la verdadera mujer que vendría a ser la madre de nuestros hijos, nuestros grandes tesoros que brillan en el bosque.
Por todo ello, aquí quedo a tu disposición como padre de tus hijos, como amigo tuyo, como hombre con sus defectos y virtudes…

Gracias, Amor, gracias por tu grandeza…

Dante Alighieri

martes, 23 de julio de 2013

Los cinco sentidos



(Del libro de relatos Mi amor se fue a la China)
Pierre Colline*

Al principio creí que aquello era debido a algún factor climático. El mundo parecía ir perdiendo color; el sol ya no brillaba de igual modo, yo al menos lo veía como si me encontrara tras un cristal ahumado. La luz decaía con una terrible premura, tan inoportuna como ilógica.

El sonido, mejor dicho, ese ruido de fondo que toda ciudad, o toda naturaleza, poseen como idiosincrasia de ellas mismas, parecía que también iba perdiendo su intensidad acostumbrada de modo alarmante para mis oídos.

¿Estaba perdiendo, paulatinamente, los sentidos de la vista y el oído?

¿Podrías ser que sí, que los estaba perdiendo, o que estaba entrando en un nuevo estado de percibirlos, este estado estaba muy relacionado con mi estado de ánimo de esos momentos?

Más tarde irían apareciendo otros síntomas relacionados con otros sentidos, y esto era ya alarmante, mis papilas gustativas habían dejado de percibir sabor alguno, y ninguna comida o bebida sabía a algo, todo era insípido, qué horror comprobar esto, sobre todo cuando yo había sido todo un sibarita en esto del comer, porque me gustaba degustar cada bocado, diseccionar el sabor para descubrir el contenido del exquisito manjar que dejaba a merced, en mi boca, de mis papilas gustativas para que me hicieran gozar de placer. 

Pero la cosa no quedó en estas, quizás, insignificantes pérdidas, sino que fue a más, y una mañana me descubrí ya desheredado de mi olfato, nada olía, o nada parecía desprender olor alguno. Con lo que yo había disfrutado de las fragancias y los aromas de la mañana, el olor del rocío, ese olor en la puerta del colegio cuando iba a dejar a mis hijos, el olor del café en el bar La Malavida, el olor a pan tostado, a aceite, el olor de la piel de mi último y malogrado amor. Todo borrado de un solo golpe, mi nariz ni por aguileña, ni por chata, ni por nada percibía olores. Tanto que como prueba, me dispuse a visitar a mi amigo E. P. Z. que tenía como hobbie  criar cerdos, y como resultado descubrí que en mi nariz no entraba aquel olor que otras veces que había visitado a mi amigo había percibido. Mi entrañable amigo, tiene entre sus mejores virtudes la de ser un buen escritor, pero tiene entre sus defectos criar cerdos a los que se empeña en alimentar echándoles margaritas, con el nefasto resultado que ya todos conocen.

En poco tiempo yo había perdido, parte de la visión, podríamos decir que veía en blanco y negro, el mundo para mí se había convertido en una especie de páramo totalmente gris; había dejado, por demás, de escuchar, que no de oír; había dejado de oler, había dejado de sentir el sabor de las cosas, ya tan solo me quedaba el sentido del tacto, así que una mañana al despertar me dije que debía disfrutar del único sentido intacto que me quedaba. 

Aquella mañana que sin sonidos, o atenuados, que sin olfato, que sin gusto, que sin colores se abría ante mí, decidí poner en acción el único sentido que parecía quedar impoluto tras aquella hecatombe, y así mis dedos fueron raudos a acariciar la piel del amor que me había acompañado durante tantos años, con la sorpresa para éstos de que ya no percibían esa sensación que habían percibidon cuando suavemente acariciaban sus pechos, su rostro, sus manos, sus nalgas, sus tobillos, sus pies, sus ojos, sus labios, sus orejas, su cabello, sus hombros, su sexo…; todo su cuerpo desaparecido en el gris de la mañana, sin el canto de los pájaros, sin el aroma del rocío, sin el sabor de sus besos y condenados mis dedos al exilio de las caricias…

Despojado en parte de mis cinco sentidos que por tantos años me habían acompañado: vista, oído, olfato, tacto y gusto mi mundo se convirtió en un lugar inhóspito, donde la hostilidad avanzaba victoriosa ante los estupefactos ojos, orejas, nariz, boca y piel que me negaban como tú me negabas el amor desde aquella noche de sábado en la que tras haber estado caminando con tu querida amiga C.W. llegaste a casa y pronunciaste aquellas palabras que lejos de ser mágicas, fueron palabras malditas, porque nos condenaron a no completar el puzle en el que acabábamos de convertir nuestras vidas y la de nuestros hijos.

Tiempo más tarde supe que te aplaudieron, te felicitaron y te regalaron presentes para celebrar la muerte de mis sentidos, la misma que había sido orquestada tras las bambalinas de aquella obra de teatro en la que me otorgaste, primero, el papel de hombre ideal; segundo, el de hombre mayordomo, ideal para cualquier mujer moderna que se precie a sí misma y que tenga una activa vida social en la que su hombre está de más; para endosarme, en el acto tercero, el papel de hombre perverso, al que le escribiste un guión a medida para excusar tus acciones, tu actitud y tus maravillosos planes para convertirme en un maltratador, por revelarme, por dejar de ser el esclavo sumiso, por convertirme en un incordio, que una vez revelado contra la tiranía es eliminado porque molesta los planes del Poder…

Mi amor se fue a la China, y no sé cuándo volverá, y si vuelve ya no me encontrará en el bar de la esquina, entre otras cosas porque está cerrado y porque nunca fui un borracho, ni violento, ni usé una palabra más alta que otra, ni siquiera fui infiel, a pesar de que en tu guión me convertías en todo lo que nunca fui, en todo lo que nunca seré, y en todo lo que no soy. 

*Pierre Colline (Poncin, Francia, 1969)
"He estado en mucho saraos literarios, pero en ninguno, o en casi ninguno vi a escritor alguno con un libro en la mano."
Pierre Colline nació en 1969 en Poncin (Francia), de madre andaluza y padre francés, vivió en Poncin hasta los cuatro años de edad, para luego pasar a vivir a Burdeos hasta sus quince años, el mismo año que cumple los quince su familia se traslada a España, a Casares pueblo cercano a la costa del sol.
Termina sus estudios de filología hispánica en la universidad de Granada, y se dedica a la enseñanza. Años más tarde decide retirarse a una huerta que hereda de la familia de la madre, y allí vive aislado en plan anacoreta, hasta que conoce a France Poncin en una presentación de un libro del escritor Salvador Moreno Valencia. Se enamora de France, amor que le es correspondido por ésta, tras algunos meses de encuentros deciden irse a vivir juntos a la mencionada huerta.  Con la ayuda y el apoyo de France, Pierre abre un blog al que titula Diario de un superviviente, donde irá narrando las vivencias de Romeo ante un mundo hostil e incompresible.