Letras tu revista literaria

jueves, 29 de agosto de 2013

Por las noches canto



"No sé tocar la guitarra, ni cantar tampoco, pero no se alarmen, yo ayer era un tipo normal, uno de esos hombres normales con familia, trabajo, casa, coche, amigos... Vamos, un tipo normal, pero miren ahora en lo que me he convertido, un soldado sin uniforme que combate contra un enemigo invisible pero eficaz por su perversidad, que mina la moral y destroza los hogares…

Sí, por las noches cojo mi guitarra toco y canto canciones como esta:

-Ayer me dijiste te amo,
ayer fue un día especial,
se borró de tu rostro tu sonrisa
hoy, no más despertar.

Ahora, por las noches canto
y recuerdo cuando me decías:
que te quiero, que te quiero, que  te quiero...
Hoy escúchame cantando:
que te follen, que te follen, que te follen...
tus te quiero fueron todos falsos-.

Sí, por las noches canto, y toco mi guitarra a pesar de no saber hacer ni lo uno ni lo otro, pero toco y canto y recuerdo cuando me decías al oído:

-Que te quiero, que te quiero, que te quiero…
Hoy tus te quiero son para otro, igual de falsos.”

Del libro de Pierre Colline *Las antorchas nunca prendieron en tu corazón* (Analgama 1987).


lunes, 26 de agosto de 2013

El laberinto


Pierre Colline


Veo un ratón, pequeño, blanco; el color aquí puede ser indiferente, porque lo que debe tener mayor relevancia es la actitud que el pequeño roedor tendrá ante una situación límite. Se dice que a las personas podemos conocerlas, verdaderamente, en situaciones extremas, dicen que es en momentos límites cuando el ser humano muestra realmente cómo es.

El ratón con sus brillantes e inquietos ojos saltones tendrá que ir sorteando los obstáculos que se irá encontrando en el laberinto que un tipo ocioso y aburrido ha construido para él, sin que en momento alguno haya tenido en cuenta la voluntad del ratón que como animal que es, según las ideas de los hombres, no está dotado con el libre albedrío que sin embargo parece que es algo natural en los seres humanos, ¿libre albedrío los seres humanos? Claro, porque pueden tomar decisiones a la hora de elegir un camino o abandonarlo, bueno, esto es a groso modo, porque el tema en sí da para escribir muchos libros.

Vayamos al ratón, sí,  a ese pequeño ratón blanco que hemos dejado dispuesto a conseguir su objetivo: encontrar el rico manjar que el tipo ocioso y aburrido ha colocado al final del laberinto. Pero el ratón no sabe que en el camino hacia ese fin tendrá que sortear muchos obstáculos, y enfrentarse con la trampa que no espera encontrarse, porque no es intuitivo ni adivino. Pero ¿se preguntará nuestro pequeño protagonista quién, o qué es lo que hizo que él esté en ese punto de partida dispuesto a recorrer su camino? No, con toda seguridad no se haga esta pregunta del mismo modo que muchos seres humanos tampoco se hacen ciertas preguntas, porque es más funcional y práctico no hacer preguntas y dejarse llevar por la corriente de los acontecimientos sin interferir en ellos.

Del mismo modo que el ratón, un hombre, por causas ajenas a su voluntad, a pesar de estar dotado de libre albedrío, ha sido situado en un laberinto del que ha de encontrar la salida, no sin antes sufrir y derribar cualquier obstáculo que se lo impida. El gran hacedor de este laberinto, al igual que el ocioso y aburrido hombre del ratón, dispondrá las trampas suficientes para que este hombre no llegue hasta el final sin que sufra en el intento.
Este hombre cual ratón en su laberinto ha sido puesto en marcha y tendrá que luchar contra el cinismo, la crueldad, la inescrupulosidad, la perversidad, la necedad, la ruindad, la cerrazón, la falta de sentido común, la ignorancia (aquella tan mala consejera), y la mediocridad entre otros muchos defectos de los que el ser humano es poseedor.

El ratón busca a través de su olfato el queso y en la última calle del laberinto cuando ya visualiza el premio, está la trampa: un gran gato pardo dispuesto a devorarlo.

¿Qué habrá sido de nuestro hombre en su laberinto, las mantis lo devorarán después de haberlo hecho sufrir y pagar con creces la osadía de haberlas querido amar?

Del libro de relatos inconcluso “Amor de usar y tirar” (Annamattareja Ediciones, 1989).

domingo, 18 de agosto de 2013

Un fin común

Pierre Colline
(Relato del libro Las especies en extinción)


-Aposté todo para crear una familia –dice un tipo acodado en la barra del bar donde Anita suele trabajar catorce horas al día para sacar adelante su familia.

-El destino puso a mi alcance todo lo que es necesario para realizar el fin de crear esa familia de la que te hablo, Anita: una mujer maravillosa que me habría de convertir en padre de un hermoso niño que vendría a llenar todo aquel vacío que había existido en mi vida antes de conocer a la mujer que lo alumbrara. Y, por supuesto, las suficientes cosas materiales para tener una vida digna –suspira el hombre, toma un trago de vino y se queda mirando a la televisión en la que están dando el partido entre el Real Madrid y el Barcelona.

-Sí, Anita, sí, pero ¿quién nos iba a decir a nosotros que tras tantos años juntos algo vendría a destruir lo que con tanto amor habíamos creado? Anita, nadie podría habernos dicho que eso podría ocurrir, y sabes que fueron la insensatez y la falta de sentido común las que hicieron su labor como la dinamita rompe las entrañas de la montaña en las minas, destruyendo nuestra maravillosa familia. Y no contentas la insensatez y la falta de sentido común con haber destruido nuestra familia no nos permitieron ni una sola oportunidad para salvar ni a nuestro hijo, ni a nosotros como creadores de la misma. Y nuestra familia quedó como un cuerpo al que le es apuntado algún miembro, y ya nunca más estuvo completa porque los parches que podrían venir después, iban  a ser eso, parches, solo parches, como una pierna o un brazo ortopédicos, hacen algunas funciones de los miembros reemplazados, pero no cumplen todas las funciones de los auténticos. Eso es lo que sucedió Anita –termina el hombre, toma el último trago, paga y antes de salir del bar repite:

-¡Ay insensatez, ay falta de sentido común lo que estáis haciéndolo a los seres humanos, espero que algún día éstos se den cuenta de que el egoísmo no lleva un fin común!



miércoles, 7 de agosto de 2013

Los besos



Ya no recuerdo muy bien cómo se besa, aunque los “expertos”, que lo saben todo y que siempre tienen una respuesta aunque sea inventada, dicen que besar es como montar en bicicleta.

Yo, la verdad hay que decirla, no he olvidado montar en bicicleta, a pesar de que hace ya casi tanto tiempo que no hago lo uno ni lo otro: ni monto en bicicleta, ni beso a una mujer desde que RJ se fue.

Intento recordar los besos que nos dimos, pero el mapa está desdibujado, y donde antes estaba la calle deseo, ahora está la calle displicencia, y donde antes estaba la calle pasión, ahora está la calle frialdad.

No sé, la verdad sea nuevamente dicha, ¿cómo besaré a otra mujer en el caso de que se tercien ciertas circunstancias, a las que me niego definir como destino? Tampoco niego que sean pocos los labios que desearía besar, pero siempre encuentro el mismo impedimento: no hay ningunos, ningunos, que tengan un lunar ahí, sí, justo ahí en la comisura como el que tienes tú en los tuyos: tan sabrosos, tan llenos de vida, tan dulces, tan alegres, tan sonrientes…

Como homenaje a ellos y a las veces que los besé, hoy 18 de julio de 2013, brindo por ellos bebiendo un vermut con sifón en La Antigua Casa de Guardia de Málaga, y para saborear ese recuerdo qué mejor que pedirme una ración de mejillones que tanto me recuerdan, tanto, tanto, a tus labios que tantas veces besé para extraer de dentro de tu cuerpo la esencia de la vida, ese sempiterno orgasmo que todas las mujeres tienen cuando se les come bien comido: el coño.




 Pierre Colline (Del libro de relatos Mi amor se fue a la China

martes, 6 de agosto de 2013

Lanzarme mis palabras como navajas afiladas



Para ti que sé que me espías, que miras todo lo que publico en mi muro, pero callas y guardas mis palabras para, por si acaso, lanzármelas luego a la cara como navajas afiladas.

Sí, a ti, que sé que me espías, y me mientes como si yo fuera idiota, sí, a ti, porque sé que guardas mis palabras, para, por si acaso,  lanzármelas luego a la cara como navajas afiladas.

Para ti que sé que vigilas mis pasos, y que nada de mí te es ajeno porque tus espías hacen bien su trabajo, y saben todo cuanto de mí es, inventándome, además, actos que nunca realicé. Sí, a ti que te escondes bloqueándome en tus redes donde sueles aparecer enseñando tus morritos a modo de femme fatale, a ti. 

Te dedico estas palabras porque sé que las guardarás para, por si acaso, lanzármelas a la cara como navajas afiladas.

Sí, a ti, que sé que me espías, dime: ¿qué te he hecho para que me trates peor que a un cerdo?

Pierre Colline del libro “Esos ojos azules que me espían”.