Ya no recuerdo muy bien cómo se besa, aunque los “expertos”,
que lo saben todo y que siempre tienen una respuesta aunque sea inventada,
dicen que besar es como montar en bicicleta.
Yo, la verdad hay que decirla, no he olvidado montar en
bicicleta, a pesar de que hace ya casi tanto tiempo que no hago lo uno ni lo
otro: ni monto en bicicleta, ni beso a una mujer desde que RJ se fue.
Intento recordar los besos que nos dimos, pero el mapa está
desdibujado, y donde antes estaba la calle deseo, ahora está la calle displicencia,
y donde antes estaba la calle pasión, ahora está la calle frialdad.
No sé, la verdad sea nuevamente dicha, ¿cómo besaré a otra
mujer en el caso de que se tercien ciertas circunstancias, a las que me niego
definir como destino? Tampoco niego que sean pocos los labios que desearía
besar, pero siempre encuentro el mismo impedimento: no hay ningunos, ningunos,
que tengan un lunar ahí, sí, justo ahí en la comisura como el que tienes tú en
los tuyos: tan sabrosos, tan llenos de vida, tan dulces, tan alegres, tan
sonrientes…
Como homenaje a ellos y a las veces que los besé, hoy 18 de
julio de 2013, brindo por ellos bebiendo un vermut con sifón en La Antigua Casa
de Guardia de Málaga, y para saborear ese recuerdo qué mejor que pedirme una ración
de mejillones que tanto me recuerdan, tanto, tanto, a tus labios que tantas
veces besé para extraer de dentro de tu cuerpo la esencia de la vida, ese
sempiterno orgasmo que todas las mujeres tienen cuando se les come bien comido: el coño.
Pierre Colline (Del libro de relatos Mi amor se fue a la China)
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